Tercera etapa Hospital de Orbigo – El Ganso (29,9 km)
El desayuno a sido estupendo. Miguel, el hospitalero, había dejado hechas unas tostadas y teníamos zumo, café, galletas, .. Una magnífica forma de reponer fuerzas para la larga caminata que nos esperaba. Hemos aprovechado para preguntarle a Miguel sobre los albergues que teníamos por delante y nos ha recomendado el de El Ganso que lo regenta Aarón, y que tenía montada una mesa de ping pong y andaba buscando algún peregrino que quisiera jugar con él. Si no queríamos llegar tan lejos, podíamos hospedarnos en “El Caminante” en Santa Catalina de Somoza que también estaba muy bien.
Desde
Hospital de Orbigo el camino se abre en dos, con una senda más corta que discurre junto a la carretera, y otro más largo que se dirigía a
Villares de Órbigo y
Santibáñez de Valdeiglesias por un camino que nos recomendaba Miguel por ser bastante más agreste. Hemos optado esta mañana por el segundo y la verdad es que ha sido un total acierto.
Creíamos que habíamos salido temprano, sobre las 8:30 horas, pero el resto de peregrinos (franceses, belgas, ...), más acostumbrados a madrugar nos llevaban más de una hora de ventaja por lo que apenas hemos coincidido con ellos en todo el trayecto.
El paisaje ha sido típicamente agrario y llano hasta Villares de Órbigo. Al salir de Villares el camino se adentra en una zona boscosa bastante bonita con las primeras luces de la mañana, pero que se une a la carretera de Santibáñez de Valdeiglesias al poco rato. Desde Santibáñez el camino ha sido más interesante, con vaguadas, zonas arboladas, y un bello paisaje con las montañas nevadas al fondo, muy al fondo y que es en teoría donde se encuentra Ponferrada... ¡¡ que lejos!! ¿llegaremos???.
Llevábamos un buen trecho cuando hemos visto un carrito verde de los helados y decorada con lo que parecen corazoncitos (¿?)allá a lo lejos, frente a lo que parece una vieja construcción agraria. ¿espejismos??. Conforme nos íbamos acercando hemos visto a otra pareja de peregrinos que conversaban con alguien. “
La Casa de los Dioses”, se llama y la mantiene David, un empresario reconvertido a ayudante de los peregrinos, que ofrece limonada fresca, frutos secos y conversación a los peregrinos. Hemos hablado de como el Camino ha cambiado a tanta gente, del viaje interior, de cómo los problemas de la gran ciudad desaparecen porque cambian nuestras prioridades en la vida, ...
Reanudamos nuestra marcha hasta el
Crucero de Santo Toribio con la vista al fondo de la ciudad de
Astorga. Tenía un dedo del pié izquierdo martirizado con una hebilla de hierro de los cordones que me rozaba. Estaba deseando llegar para quitarme las botas, así que el último trecho, algo más de 5 km, lo hicimos con un ritmo muy vivo. Cuando hemos llegado a
Astorga nos hemos encontrado un gentío tremendo, con una carrera popular, un mercadillo,... apenas podíamos movernos con los macutos a la espalda. Aprovechando la sobra que brinda la fachada de la
Iglesia de San Bartolomé me senté para quitarme las botas y realizar unas curas. Desgraciadamente he tenido que ponérmelas de nuevo al cabo de unos minutos para seguir andando. Visita y sello en la Catedral (fuimos los últimos en entrar por lo que pudimos visitarla en un completo silencio), un pequeño refrigerio y vuelta a andar en dirección a la zona de los Maragatos.
El sol daba de pleno cuando a la salida de
Astorga nos hemos encontramos con Miguel el carpintero, que nos ha acompañado hasta
Murias de Rechinando. Nos habló de las veces que había realizado el Camino, y de la sensación que deja llegar a Santiago, una sensación que puede durar horas, días o meses, y que puede cambiar a las personas. Nos habló también de su vida bohemia en Madrid, de los días que pasó como hospitalero, y de gente curiosa como Tomas el templario que reformó una casa del pueblo abandonado de
Manjarín para convertirla en un albergue para peregrinos.
Aprovechamos en Murias para coger algo de agua y descansar en un parque a la sobra. Luego el camino desde Murias hasta Santa Catalina de Somoza ha sido algo tedioso, recto, sin ningún atractivo, con mucho sol y sin ninguna sombra. En Santa Catalina hemos realizado una pequeña parada, apenas media hora. Los pueblos de los arrieros maragatos son muy bonitos, todo en piedra con sus puertas pintadazas de azul claro, verde, ... Merecía quizás una visita más detenida pero no teníamos tiempo dado que nos quedaban todavía 4 km hasta El Ganso.
Quizás porque el sol había bajado un poco o por que el paisaje era más verde esta última parte ha sido la que más me ha gustado. A las 18:00 horas estábamos por fin en
El Ganso, ya sólo nos quedaba buscar el albergue.
Al llegar y nada más acceder al albergue nos encontramos con un letrero sobre una mesa
“Volveré pronto. Puedes pasar y buscar acomodo”. Nos encontramos con un grupo de alemanes que descansaban en el patio interior y luego con un francés que nos confirman que habían llegado hace unas horas y no han visto al hospitalero y que se habían instalado en las camas que quedaban libres. Hemos buscado acomodo en las literas de la planta superior y nos hemos ido a comer algo en la
Taberna/Bar Cowboy: un curioso establecimiento decorado con una mezcla del oeste (sobreros, carteles y fotos, rifles, ..) y de la zona (herramientas de labranza, carburos de las minas, ...) que lo hacen de lo más singular. Por suerte sirven unos buenos platos de lentejas, judías, para cenar que nos han entrado de maravilla. Por cierto hemos coincidido con los belgas del “Albergue de San Miguel” y la belga de la casa de Pilar. La velada se ha ido animando, con un mejunje lingüístico entre inglés, francés, algo de castellano.., hablando de las “cijeñas” (cigüeñas), y también de la “gasolina” (orujo) que servía el tabernero.